Soundtrack: John Williams - A Window to the Past
"Aún daban impresión de poder y majestad, guardianes silenciosos de un reino desaparecido hacía tiempo. Frodo se sintió invadido por un temor reverente y se encogió cerrando los ojos, sin atreverse a mirar mientras la barca se acercaba. Hasta Boromir inclinó la cabeza cuando las embarcaciones pasaron en un torbellino, como hojitas frágiles y voladizas, a la sombra permanente de los centinelas de Númenor. Así cruzaron la abertura oscura de las Puertas."
(ESDLA. Libro I Capítulo 9)
No había puesto un pie por ahí en bastante tiempo. Mirando el reloj veía que estaba con las justas, pero cronometrando las cosas calculé que me alcanzarían los minutos precisos para entrar aunque sea a mirar, si estaba por ahí no podía desaprovechar la oportunidad. Así que me puse en marcha a paso ligero.
Me había quedado preocupado con lo del terremoto que hubo meses atrás, a lo lejos todo se veía como siempre, tras cruzar las murallas pude ver mejor y en efecto, los leones seguían aún custodiando sus torres, los lanceros en su sitio, más allá los faunos como de costumbre con sus caras de payaso malo. Me pregunto a quién se le ocurriría meter tanto fauno en El Castillo Viejo o ¿la elección sería de ellos?... Pero iba a ver El Muro de Leonidas y no podía rezagarme mirando lo demás o filosofando sobre la fauna del Castillo pues los minutos pasaban.
Ahora tenía que ir, para el acceso ahí tenía que llegar a La Torre Sur y recorrer el trecho hasta la poco transitada Torre Este, normalmente uno de alumno va casi nunca por ahí, incluso estoy seguro que algunos nunca llegan a poner un pie en la zona alta al menos.
El cambio de oscuridad a luz era marcado por la fuerza del sol que ya anunciaba la cercanía del verano. Mientras la luz atravezaba una a una todas las arquerías que tenía que cruzar para ir a La Torre Este pude atisbar que al lejos El Argonath me sonreía al verme después de mucho tiempo. ¿Sonreía? ¡OH! Juraría que sonrió, estaba sonriendo. Pero el reloj me recordaba que el tiempo corría y proseguí.
Subir y subir y más subir, mientras subía las anchas escaleras en uno de los recodos el reflejo de luz en el mármol claro me hizo ver arriba, me dio algo de vértigo hacer hasta tan atrás la cabeza para ver hasta arriba. Por lo visto aún seguía abierto el pseudo tragaluz arriba en lo alto de La Torre Sur, eso no era del terremoto.
Era de la época en que parientes del buen Gwaihir, Señor de los Vientos, contra todo pronóstico mío convirtieron los brocados de una parte de afuera de la base de la cúpula de la torre en su nido. No lo creía hasta ver el pichón, a veces veía a los dos padres con su pequeño tragón de un color medio pardo que brillaba al sol dando vueltas más sobre las torres que sobre los árboles del bosque de más allá de las torres. Eventualmente los dejé de ver, ni idea qué sería de esa familia de alados amigos, que no sé cómo llegarían ahí, tan lejos de las montañas. Pero el tiempo seguía pasando y mi mente se distraía con los recuerdos que cada sitio me traía.
Y llegué, ahí estaba brillando El Muro de Leonidas, como me dijeron. Al fin, piedra, madera, metal y hombre son uno. No sólo grabados sino integrados. Cada uno de los míos ya está conmigo también. Creo que, aunque bastante tardíamente, llegué a ver el desenlace del volumen anterior del diario. Pero estoy contento.
Y el tiempo seguía corriendo.
Primero? Que raro... será que Reivajss no está cerca?
ResponderBorrarSiempre trato de entender estas historias... pero solo hago suposiciones.
Slaudos.