domingo, septiembre 03, 2006

La robacunas, el niño y el carnero

J era un vivaz chico de unos 7 u 8 años hijo de la muy religiosa señora doña R, al parecer ella era de un espíritu tan claro como sus cabellos de oro y sus ojos color cielo, lo cual contrastaba con su hijo que era todo un diablillo. Ambos vivían en una casa hacienda de algún lugar del norte de Perú, siempre verde y soleado, en el siglo XIX. Llegado el tiempo de cosecha siempre la hacienda se llenaba de gente pues solían bajar peones desde las montañas del este. En una de sus idas y venidas, doña R advierte a una mujer ya entrada en años (sesentaitantos quizá) pidiendo comida. Por caridad ella ordena le den... ya saciada ella pide alguito para su pobre marido. Le dan y ella se va.
J que era muy proclive a estar en cualquier parte menos en su casa notó que la historia se repetía una y otra vez. Día tras día... y ya comenzaba a hacerse costumbre. Él y su hermanita M comenzaron a ver con malos ojos la situación pues resultaba que la vieja sesentona que pedía comida vivía manteniendo a su joven marido de 25 años sin oficio ni beneficio conocido.
J paralelamente a eso tenia una mascota, un bello y gran carnero de patas largas y gran cornamenta encorvada, no de los típicos de las postales sino de los tipo montañeses salvajes. El carnero se llamaba Tizón. Lo cierto es que el carnero había crecido muy engreído y sólo le hacia caso a J, quien ya lo había amaestrado para embestir inoportunos a una señal de su dueño!
Pasaba el tiempo y la vieja pedía ya hasta agua del manantial que tenían en la hacienda! Cuando le preguntaban el porqué a doña R, ella sólo mencionaba que Cristo podría presentarse disfrazado ante la puerta de uno y en el Juicio Final recordaría esas cosas. Pero sus hijitos no eran tan religiosos así que decidieron que seria bueno que Tizón pudiera jugar con ella.
En una de esas que estaba la vieja por la casa J le engañó que jugando se le había caído un cofre con joyas de su mamá a un pozo abandonado. La vieja le pidió que lo llevara para ayudarle a sacar las joyas. Obviamente ella de arriba no veía nada porque no había nada. Ni tampoco vio que detrás suyo venia Tizón que había recibido ya la señal de su amo para mandar a la vieja al fondo del pozo de una buena embestida.
Demás esta decir que para cuando lograron sacar a la vieja toda magullada del pozo, ésta no paraba de echar maldiciones al muchacho, al carnero y a todos.
Ya no volvió a verse ni a la vieja chibolera ni a su marido por esos lares. A pesar de los resondrones de su mamá y las maldiciones de la vieja J llegaría a convertirse en el tío bisabuelo de mi abuelita.
Ah... y Tizón pudo vivir hasta el final de sus días.

5 comentarios:

  1. Para los amigos del extranjero que quiza no entiendan "robacunas" o "vieja chibolera" se dice de las mujeres que son aficionadas a la carne fresca!

    Como en el 60 y 20 de esta historia, segun mi abuelita muy real.

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  2. jeje, pues asi hay quienes se aprovchan de la buena fe de la gente. La doña por aprovecharse de los de buen corazon, el "cunarobado"... así hay varios...

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  3. apesar que eso fue el siglo antepasado, las historias se repiten...

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  4. Anónimo2:18 p.m.

    A Hika le gustan las historias de familia xD cuando alguien las cuenta, Hika está atenta como cunado a los niños se les cuenta un cuento!

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