Los días entre los lagos de plata, campos y colinas verdes al ritmo del trinar de las aves y la sombra de los dragones allá en lo alto de los cielos de Fuegonegro fueron como una cálida brisa en medio del otoño. Muy agradable sin duda, y más con todo lo que pasaba alrededor de la galaxia en el mismo momento. Pero ciertamente estaba de paso, así que tuve que dejarlo atrás.
La guerra dejó a mucha gente como yo desperdigada en muchas partes de la galaxia, en muchos lugares menos en donde querían o debían estar en muchos casos. Muchos marchando direccionados, y otros enviados a la deriva inexplicadamente por los mismos encargados consulares que debieran actuar más responsablemente. Felizmente muchos no les hicimos caso a estos y no acabamos en laberintos donde acabó habiendo varios caídos que no debieron ser.
En un inesperado cambio de situaciones, afortunadamente recibí información de una conocida con buenas relaciones en el Senado Galáctico a propósito de una ruta para volver a casa. El dato fue parcialmente cierto pero al menos estoy acá ya a más de 20 grados Celsius por encima de mi anterior escenario y aparentemente ... ¡más cerca de volver a casa!
Los nativos de esta bella aunque actualmente medio desolada zona me extrañan un tanto, ven que todo a su alrededor está volando pero siguen como autómatas sin inmutarse. No creo que el calor les de sopor o letargo. Esperaba que fueran más cautos, extraña reacción. Pensaba que por acá la gente tendría mejor juicio. En muchos sistemas el acceso a la educación es un tremendo problema pero acá veo que la reciben y no la usan, ¡qué mal!
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